Archivo del blog

Mostrando entradas con la etiqueta preventorio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta preventorio. Mostrar todas las entradas

16/9/11

Los recuerdos de Tarragona en La Sabinosa (Roger)



Por el año 1960/61, no recuerdo bien la fecha, me fui a unas colonias en Tarragona, fui para tres meses y me quedé seis, cuando volví empezaban las Navidades en La Plaza de Olavide, con sus villancicos, y recogida de alimentos para los pobres de África. Tarragona la verdad es que fue un suplicio, de allí tengo vagos recuerdos buenos y malos, empiezo por 
“MALOS RECUERDOS“:


La comida era mala y nos obligaban a comer todo, yo recuerdo que al comer ensalada con tomate y cebolla no me gustaba y la escondía debajo de la mesa en huecos que había, me descubrieron y me hicieron comer lo que escondí, ahora sé que si devolvíamos la comida nos obligaban a comérnosla en el plato, desde entonces no he podido ni siquiera verla en el mismo plato para comer otros alimentos, del asco que me da las ensaladas. Por las noches había un guarda que en ocasiones, para que nadie se escapase del centro, nos metían miedo, recuerdo de varios casos que amanecieron con arañazos en los brazos, y era que se disfrazaba de brujo y nos metían miedo. Yo también era de los meones, pero no recuerdo los malos tratos, los chicos más mayores, algunos, intentaban escapar por la vía del tren dirección a Madrid pero al cabo de un día los cogía la guardia civil y los regresaban al centro, la disciplina era muy dura.
La familia enviaba en ocasiones paquetes que los fines de semana nos los dejaban para coger algún caramelo y, con las mismas, nos los quitaban para guardarlos en una taquilla. Fabricábamos una pipa con trozos de caña y metíamos dentro la pasta de dientes no sé si para fingir que fumábamos o para matar el hambre con la pasta dental. Los malos recuerdos,  yo no sé, si se me borraron de la mente, pues he leído en un blog de Intenert muchos de los casos que hubo allí y es vergonzoso lo que nos hacían. 


“BUENOS RECUERDOS”:
 Soñaba que debajo de la cama tenia una baldosa, la levantaba y por unas escaleras bajaba a mi barrio, en Madrid con mis amigos. En algunas ocasiones fuimos de excursión, el circo Romano y al Castillo que hay en Tarragona, al campo de fútbol, jugaban el Tarragona y el Español. En la playa no estuvimos muchas veces, pero es cierto que nos enseñaron a hacer, con conchas y caracolas, regalos para nuestra familia. La canción que cantábamos era a los novatos del PREN moviendo las manos en paralelo pegadas las palmas y boca abajo y de arriba a bajo, también recuerdo, lo que hacíamos cuando salíamos del Centro era coger algarrobas y nos las comíamos pues estaban muy ricas y dulces, había mucho de estos árboles por la zona. Algunos chicos cogían del suelo enterrado plantas que parecían cebolletas pequeñas y se las comían. También recuerdo coger luciérnagas que por la noche iluminaban en la mano. Un día se fue la luz por la tarde y no pudieron preparar la cena, nos dieron pan con queso de bola eso, fue algo extraordinario. 
El último día de estancia, antes de partir para Madrid, nos dieron de cena coliflor cocida, la peste era inaguantable, hicieron una excepción: el que no quisiera cenar que no lo hiciera, “nadie cenó”. Desde entonces no puedo soportar el olor a coliflor. También tengo un vago recuerdo de que yo estaba en el pabellón principal, había que subir escaleras, donde estaba la Iglesia. Creoro recordar a dos guardias civiles de tricornio que se apostaban con sacos de arena y una ametralladora, que instalaban todas las noches. Debía ser para tener la zona vigilada, la verdad nunca he entendido tal motivo. De las señoritas que cuidaban de nosotros no recuerdo ningún nombre, sólo recuerdo a una que era rubia, y muy guapa, pero no sé si es la que hay en una foto puesta en Internet. Quiero recordar a otra morena de pelo rizado, fea y con gafas que era bastante seca y mala.
La única foto que tengo la envio para ver si hay alguien que se reconozca, yo soy el segundo de la derecha. En el año 1995 estuve en Semana Santa en Salou y busqué el Centro que ya estaba totalmente destruido, como se ve en las fotos, nos dijeron que pertenecía a la Diputación, la verdad es que he estado intentado buscar algo o algún escrito de todo esto y nunca había encontrado nada, hasta que el otro día entré en Internet me dió por poner el nombre de “ Pueblo o Playa de Sabinosa y, apareció lo que tantos años estuve buscando”.
Es increíble que cuando alguna circunstancia importante te marca en la mente, como puedes llegar a recordar ciertos sitios, pues yo cogí la carretera paralela a la vía del tren y di sin ningún problema con el centro ahora tengo 59/60 años.
Espero que algún compañero podamos contactar, también es cierto que conozco de un caso y me comentó que a él le dejó una huella muy mala, pues parece ser que era demasiado pequeño y  hoy todavía le cuesta trabajo hablar de aquello, no es de extrañar.


Roger

16/5/10

José Luis

José Luis, hermano de Raúl, nos envía sus recuerdos en un extenso escrito que iremos incorporando en sucesivos "capítulos". Le damos nuestra más efusiva bienvenida.

Primero
Estuve en La Sabinosa un verano completo, mediados los 60.  Tenía siete años. Mi familia era semejante a tantas otras  de clase media baja de aquel tiempo. Estábamos escolarizados, nutridos y sanos, ajenos a enfermedades infecciosas, como la tuberculosis. “La culpa” de nuestra estancia en el Preventorio fue del cardiólogo de mi abuelo. El médico recomendó a mi madre “la fórmula ideal” para veranear en la playa, tomar el sol y mejorar nuestro pálido aspecto: las colonias en La Sabinosa.  
Nos enviaron a los dos, a Raúl y a mí. Mi hermano había estado ya en una ocasión pero no debió explicar con suficiente dramatismo sus vivencias, o no le creyeron. Lo importante era coger “color”, bañarse y volver bronceados, que era síntoma de salud.
Nos ubicaron en el 2º piso del Pabellón Central, el mejor de todo el recinto, con magníficas vistas a la Rabassada y al Mediterráneo, al cuidado de la Srta. Conchita. Así comenzó una reclusión de tres meses, alejados de los padres una eternidad para niños de esa edad.
Imperaba la disciplina y el orden, impuestos mediante la intimidación y la violencia, casi siempre gratuitas, parecido al que imperaba en las escuelas franquistas, y un anticipo del encontraríamos en la mili años más tarde. Había señoritas “buenas” y “malas”. La Srta. Conchita era de las primeras.
También ellas eran internas en la Institución; pasaban el día con nosotros y dormían en un cuarto anexo a nuestro dormitorio. Disfrutaban de algún día libre, tal vez quincenalmente. Conchita debía ser aficionada al café, a veces nos llegaba el aroma de la cafetera desde su habitación. Una tarde escuchamos un enorme estruendo y resultó que la cafetera había explotado.
No recuerdo más cuidadoras; pero al leer el blog me vino a la memoria Fermina, y otra que, cuando se dirigía a un niño, siempre decía: “Guapito de cara….” (o era la misma, no lo sé).
Recuerdo un episodio de violencia durante una ausencia de Conchita. Una mañana despertamos sobresaltados por los gritos de una la señorita que la sustituía exigiendo el inmediato abandono de las camas. A continuación la “sargento” fue levantando las mantas y, sacando a los críos de la cama, les lanzaba al suelo. Comenzó por un extremo del pabellón y gran velocidad se aproximó a mí. Los más ágiles se levantaban por sus medios, los perezosos o sin reflejos eran arrojados al pasillo. La vi llegar pero el pánico me inmovilizó. Recuerdo que volé por el aire y caí a dos metros de distancia. El episodio me fue recordado durante años por mi hermano.      
La comida era abundante, pero de pésima calidad: patatas con cáscara, fideos con negros bichitos, alubias blancas duras y otros guisotes poco comestibles, especialmente desagradables para los niños. Un olor, mezcla del rancho, de la combustión del carbón, y el gasoil utilizado para cocinar, impregnaba el aire, haciéndose más desagradable en las inmediaciones del comedor. Pero había que tragarse todo. Yo andaba entre deprimido y asténico, pero sobreviví. El agua potable escaseaba, por lo que la semideshidratación unida a la ausencia de actividades contribuían a dificultar el proceso digestivo. De la comida sólo recuerdo con agrado unos bocadillos que nos daban para cenar los días que la cocina cerraba por descanso (quincenalmente). Los de tortilla francesa nos sabían a gloria. ¡Con qué poco nos conformábamos!

1/10/09

De Juan

Hola Scila, te mando este correo para decirle a Miguel que en efecto es la señorita María Tutor la que está en la foto conmigo, bella persona por cierto. Soy Juan, un saludo para Miguel y otro para ti, Scila.

22/6/09

Gota a gota

Foto propiedad de: Manuel Merino Gómez e Isabel Miguel Yuste.
Parece de otro siglo, pero esta imagen del "glorioso" ejercito español, es de los años sesenta, fecha en la que todavía funcionaba el Preventorio.

Con comprensible lentitud se van produciendo las nuevas incorporaciones de antiguos sabinosos. Comprensible por razón de edad de muchos de ellos- las expediciones más antiguas se remontan a finales de los años cuarenta y principio de los cincuenta- y, también, quizás por el estrato social de la mayoría. En muchos casos el acceso a las nuevas tecnologías- Informática e Internet- no habrá formado parte del acerbo de muchos de aquellos críos que, seguramente, no han tenido acceso a una formación académica ortodoxa.

En cualquier caso el número se incrementa poco a poco y, esperamos que así continúe hasta configurar un grupo numeroso. Desde aquí animamos a quienes todabía no se hayan identificado a que lo hagan, ya es hora de salir del armario y contar a los demás por lo que pasamos en aquel lugar.

29/1/09

Juan Martinez

Hoy nos llega el testimonio de un nuevo sabinoso- Juan Martínez- que, como la mayoría, aporta dos visiones diferentes de su estancia en el Preventorio, una buena y otra pésima.
Bienvenido al club.

Scila/

Hola Scila, yo también estuve alli. Me llamo Juan Martínez y aunque vivo en Getafe soy de Madrid. Al final de los años 50 estuve dos veces en el Preventorio de la Sabinosa, tengo muy malos recuerdos y no querría ni acordarme si no fuera porque la última vez di con una cuidadora genial, se llamaba María Tutor y era la bondad en persona, una mujer que no olvidaré nunca por muchos años que viva. Mis peores recuerdos, sin duda , provienen de la señorita Emilia, más mala que un dolor de muelas. Respecto a la comida es verdad, habia bichos en el comedor y a veces los encontrabas en el plato. Te mando esta foto del Preventorio- soy el de la derecha-. Gracias por publicarlo en tu blog.
Ciao, un saludo a todos los que tuvieron que pasar por ese lugar.

J.M.

15/12/08

Tomás estuvo allí

Me llamo Tomás y yo también estuve allí. Recuerdo que me enviaron al Preventorio en el Julio de 1965, tenía entonces 7 años. He leído el recorte de la Vanguardia de julio 1.965, y yo era uno de aquellos 50 niños. Mis recuerdos de mi estancia allí son horrorosos, y la recuerdo como una de las peores vivencias, no solo de mi niñez, sino de mi vida. 
Era muy pequeño y recuerdo pocas cosas, pero si recuerdo que la Srta. que “nos cuidaba” se llamaba Fermina y la llamábamos "Srta. Fermin". 
También recuerdo que cantabamos una canción que decía: "Ha venido Franco, ha tirado un cohete y a la Srta Fermin le ha dado en todo el chochete, que  tururú, que  tururú……".

Yo estaba en el Pabellon B que, creo, era el único al que se accedía subiendo unas escaleras, ya que a los demás, sin no recuerdo mal, entrabas directamente desde el patio y no había escaleras. La Srta. Fermin nos obligaba a dormir mirando hacia nuestro lado d
erecho, es decir, hacia el lado contrario de su dormitorio que se encontraba en la entrada del pabellón.             


Me acuerdo que una noche, mi compañero de la cama contigua, al que le llamaba Amador porque se parecía mucho a un chico de mi barrio que se llamaba así, me estaba dando golpecitos por la espalda y al volverme hacia él, vi horrorizado que la cuidadora, la Srta. Fermin, estaba allí de pié vigilándonos. No tardó en dirigirse hacía mí, se quitó la alpargata y me pegó una buena paliza con ella, golpeándome por todo el cuerpo, de tal forma que terminé sangrando por la nariz.
También recuerdo que, antes de salir de Madrid, me hice amigo de u
n chico que creo era de Segovia, o de Ávila, y tenía una pequeña cojera. Estuvimos muy unidos en los tres meses que allí permanecimos y me encantaría volver a contactar con él si llega a leer esto.
Mi hermana, enferma y hospitalizada en un sanatorio en San Rafael (Segovia), me envió por carta 25 pesetas de aquellas de billete, y así me lo decía en la misma, pero estas no se encontraban dentro del sobre que ya se habían encargado antes de abrir las cuidadoras.
Cuando estuve allí, a los novatos (creo que cada quince días llegaban nuevos grupos) les cantábamos "la made del PRE, la made del PRE", moviendo las manos hacia nuestro lado derecho, de arriba abajo, como si fuera una especie de danza.
Es curioso, pero siendo tan pequeño y en solo tres meses (fueron una eternidad), me acostumbré a sobrevivir en un ambiente sumamente hostil y horroroso para cualquier persona y más para un niño. Respecto a la comida, solo recuerdo los platos de sémola que nos daban casi todos los días. Por último, os envío dos fotografías, en una estoy con todo el grupo y en la otra con la Srta. Fermin en la famosa roca.
Ag
radezco a Scila la iniciativa de crear esta página en la que podemos dar a conocer a la gente lo que ocur
rió en ese lugar siniestro. Un abrazo muy fuerte para todos los que allí estuvimos. Tomás.

25/9/08

Eduardo: Mi aportación

Eduardo y Lolo 1961

Para mí, fue una aventura, pero ahora con el tiempo siento que me ha ayudado a entender mejor al hombre en su faceta más humana, fue toda una experiencia. Me apunté con mi amigo Lolo porque nos decían en el colegio que lo pasaban pipa, teníamos 12 años. Pero también me acuerdo lo mal que lo pasaban algunos, sobre todo los más pequeños, hasta el punto de sentír la obligación de protegerles. 
Recuerdo en las primeras noches los gemidos de diferentes compañeros en la sala dormitorio. Algunos, los pobres, venían desnutridos de sus casas y al mes de estancai ya no había quien los tosiera.
Recuerdo la hilera de grifos con pileta, de agua de mar desalada (que no duchas) en la que íbamos metiendo partes del cuerpo para lavarnos, el agua jabonosa derramada hacía que nos diéramos buenas costaladas, pero al final el humor de los niños convertía el baño en pistas deslizantes, en pelota picada (sin tabla de surf que no se había inventado).
Eso sí, al final reprimido a hostias por la "señorita". ¡Jamás (a mis 60 años) he visto unas mujeres más crueles y con menos sentido maternal!
Después del "baño" de las 6 de la mañana tocaba gimnasia. Todos los pabellones desfilábamos en formación, nos reunían en la explanada central. El temido Instructor nos daba órdenes de viva voz y sin micrófono. Recuerdo que gritaba:
-¡Fiiir-més! ¡Míralos, como un libro, catacataclás! ¡Quiero un sólo golpe, al unísono!
En días festivos antes del desayuno nos llevaban (siempre en formación) a la capilla, recuerdo estar oyendo misa y ver caer compañeros, lo cual comenté a mi amigo- porque me hacía gracia- pero no me hizo tanta cuando desperté tendido en el poyete de ladrillo, fuera de la capilla, y con ganas de vomitar. También yo sucumbí.
No sé cuántos baños en el mar me dí, 3 o 4 en tres meses, nunca nos tocaba. Recuerdo cuando volvíamos de la playa, llenos de arena hasta las cejas, en dirección al comedor y, al pasar por el pabellón central y en la parte de atrás, había unas fuentes que decían que era agua de Madrid. Salían corriendo de la formación los compañeros para beber durante el tiempo que tardara la "señorita" en llegar a los grifos y sacarles a hostias. Sólo daban un vaso de agua por chaval en la comida, y además salada. 

Obligaban a comer a los inapetentes, recuerdo una especie de patatas guisadas con una capa de clara cruda de huevo por encima con trazas de yema, y por supuesto sin carne. Creo que la llamaban "la bomba", para acabar antes el plato, sin que nos viera "la señorita", echábamos cucharadas del emplasto aquel entre las comisuras de las columnas y la encimera de mármol de la mesa.
Cuando llegábamos al pabellón para dormir la siesta obligada (por supuesto) y fingiendo estar dormido porque si no había hostias. Los que padecíamos sed encontramos un truco para paliarla que consistía en echar pasta dentífrica en el vaso de agua desalada.
En el tiempo de ocio nos jugábamos los tebeos y la cera roja del queso de bola del desayuno a las tabas, y dándoles la vuelta de una palmada a los cromos, o haciendo collares con pequeñas caracolas de recuerdo para la familia. En la última noche, al día siguiente volvíamos a Madrid, hicimos los calzoncillos tiras, incluso estando amenazados de retenernos más tiempo por no entregar la ropa.
Compañeros, creo que con nuestro aporte sobran argumento para hacer una película. Esto fue, creo, el verano 1.961.



14/3/08

Yo estuve, dos veces, en La Sabinosa.


La Sabinosa. 1959 . Foto remitida por Ricardo.


He estado en dos ocasiones en las 'colonias' La sabinosa de Tarragona. La primera vez creo recordar en 1.959. La segunda vez fuí con mis tres hermanos y un primo en el año 1.963. Eramos 9 hermanos y por la época que nos ocupa, era habitual ir a esos lugares de “veraneo” entre comillas, en realidad una estancia plena de crueldades, abusos de las tutoras-cuidadoras, de hambre, de pena y de tristeza que jamás un niño que haya estado en ese lugar podrá olvidar. Intentaré narrar lo vivido en ese lugar que jamás debería haber ido. En el año 1.958 o 1.959. estaba en un colegio de monjas del barrio de Carabanchel Bajo, (Colegio de San Roque) y allí les informaron a mis padres de la oferta de vacaciones en La Sabinosa de Tarragona. Recuerdo que mi madre me llevó a un reconocimiento médico en Valle Hermoso, Madrid, para cumplir los requisitos requeridos. Le informaron que la ropa debçia llevar bordadas las iniciales, así cómo sobres de cartas con los datos de mi domicilio, (tenía poca edad y no sabía escribir). Salimos un dçia por la noche de la estación de Atocha, Madrid. Recuerdo al detalle, que la máquina era de carbón. Un vez llegamos a la estación de destino, un autocar nos esperaba en las inmediaciones del lugar y de allí nos trasladaron al recinto de La Sabinosa. Entramos por una puerta de hierro con las siglas de la cruz de 'caravaca' en color rojo, la puerta daba a la playa de la derecha del recinto. La puerta siempre estaba cerrada, sólo se abría cuando entraba el director y el panadero. Mi pabellón estaba junto a las vías del tren, orientado en dirección a Barcelona y el pabellón del frente, estaba orientado a Madrid. Creo recordar que, las mismas cuidadoras que nos acompañaron en el viaje del tren, se quedaron en el lugar para ejercer las labores de vigilancia y cuidados. Ese día nos llevaron al pabellón, con dos filas de camas y zona de duchas y lavabos. En el pié de la cama habia una mesita dónde se ponía nuestra ropa y otros objetos. Las colchas eran de color y tenía bordada una cruz de caravaca de color rojo.
Intentaré resumir. Tenía 4 o 5 años y por consiguiente no sabía leer ni escribir. Me orinaba en la cama de noche y ese era mi mayor preocupacion ante la circunstancia de estar fuera de mi domicilio. Al día siguiente por la mañana, una cuidadora se dio cuenta que me había orinado en la cama y me echó una reprimenda con capones incluidos, provocando mis lágrimas ante lo sucedido. La siguiente madrugada, una cuidadora del pabellón me despertó y observaba si me había orinado, en efecto me había orinado y la cuidadora me levantó con malos modos y llorando me puso en la mitad del pasillo, con los brazos en cruz y de rodillas con varios libros en las palmas de las manos. Ella estaba muy próxima a mí y cada vez que bajaba los brazos por cansancio, me atizaba pescozones en la cabeza. Ante ese trato, lloraba amargamente, recordaba a mis padres y hermanos y no me creía lo que me estaba pasando. Ella insistía en que no llorara con gritos de:
¡No llores más, meónnnnnn! Todo esto de madrugada. Asi era todos los días, hasta terminar mi estancia de los tres meses de "vacaciones" en la playa.
Scila, creo que soy uno niños de la foto, (el de la parte delantera, sentados con las piernas cruzadas el tercero por la izquierda). Recuerdo que por las noches nos obligaban a dormir con la cabeza tapada entre las mantas y pobre del que fuera sorprendido sin estar en esa posición. Al principio de acostarnos la cuidadora daba vueltas por el pasillo para intimidar a los niños mientras se dormían, pero mi temor a que fuera levantado de madrugada por el mero hecho de orinarme, me obligaba a llorar, hasta caer rendido de sueño, sólo pensaba en mis padres y hermanos. También recuerdo que cuando pasaba los trenes en cualquier dirección a Madrid o Barcelona, temblaba todo el pabellón. La vestimenta de mi primera estancia es la misma que la de la fotografía que está en la web que puso 'scila', recuerdo las alpargatas blancas con unos lazos para sujetar en las piernas. También recuerdo el hambre que pasé en ese lugar que jamás podré olvidar. Nos daban unas lentejas con más piedras que lentejas. En el comedor había unas columnas de hierro muy antiguas y las mesas eran grandes y alargadas, ponían una jarra de agua para todos los de la mesa. También recuerdo las veces que nos ponían sémola. De recordar sobre el hambre que pasé, llegué a comer la pasta de dientes, las cáscaras de las naranjas y algunos cebollinos que estaban en un paso subterráneo de la vías del tren en la playa de la izquierda de las colonias. También recuerdo que, cuando tocaba escribir las cartas a nuestros padres, me la escribía otro niño mayor que yo y las mismas debían de entregarse abiertas, para que las cuidadoras las leyeran y si observaban que habías puesto algo relacionado a lo que nos hacían, las rompían sin contemplaciones. También corroboro lo que dice Scila, nos llevaron a la playa en dos ocasiones y nada de baño a la carta. En la arena había muchísimas conchas que para los que no habíamos visto la playa y el mar, era todo un acontecimiento. Recuerdo a un niño que al parecer residia de forma permanente en ese lugar, creo que le llamaban 'Berrinche'. También recuerdo a la cuidadora que mandaba a las demás. Era muy alta, con pelo rubio, cara grande y con algunas bolsas en los ojos. Lo mismo recuerdo al Director y a su hijo, que tendría 20 o más años, que era el que organizaba los torneos de fútbol y también tonteaba con algunas de las cuidadoras de las colonías, (hoy en día, el hijo del Director del centro, es médico y al parecer según me dijo el guardés del recinto, que era uno de los mejores en su especialidad de Tarragona). 

Se me olvidaba.... en uno de los paseos por el campo, nos llevaron a un lugar dónde había muchísimos algarrobos y los comíamos cómo borregos. También recuerdo que, antes de las comidas o cenas, nos llevaban a un apartado de los pabellones (cerca de la puerta de entrada), para jugar y estar vigilados por la cuidadora del pabellón. Por otro lado, el corte de pelo que nos hacían, (rapados y con un mechón por la parte delantera) era por si tratábamos de escaparnos y ser reconocidos rápidamente por la guardia civil. 
Muchos niños según contaban, se habían escapado y me imagino lo que les esperaba. Otros niños que estaban antes que nosotros, nos cantaban cuando íbamos formados, esta canción: “Novato del pré, Novato del pré, dentro de diez días nos vamos pá la vía”, y así sucesivamente, hasta el último día que decían: “Un día pá la vía, un día pá la vía”. Eso se lo hacían a todos los niños, cuando se aproximaba el día de regreso a nuestras casas. Oír esa canción de los niños que se iban, era ponerse triste y pensar cuando llegaría ese momento. Todos deseábamos irnos de ese lugar terrorífico, pero había que estar al menos 3 meses.
Tengo muchísimas anécdotas que contar en mi estancia sólo, y con mis hermanos años después. Hace 4 años, fuí con uno de mis hermanos a ver y si aún existia. Efectivamente existe y la impresión que me produjo fue la de un campo de exterminio nazi. Fuimos rodeando el lugar por completo, era las 07'00 de la mañana cuando llegamos al lugar y de chiripa, nadie sabía de ese lugar y por deducción de lo que era, (lindando al mar entre dos playas y por una parte las vías del tren). Hablamos con el vigilante que reside dentro, y nos dijo que teníamos que solicitar por escrito a la Diputación de Tarragona permiso para acceder. 

Lo hicimos cómo nos indicó, en la misma diputación nos significaron que ya nos comunicarían a nuestro domicilio la autorización pertinente para entrar, hasta el día de la fecha no he recibido contestación.
Volvimos a ver a guardés y le dijimos lo que nos habían dicho desde la Diputación y le rogamos que por favor nos dejara entrar, que veniamos desde Alicante sólo para este asunto, él nos negaba la entrada sin permiso. Cómo somos policías nacionales nos identificamos al guardés y, por fin, nos dijo: “Entrad, pero tener cuidado con las instalaciones, estan en estado de ruina”. Nos dijo que no se podían hacer fotografías, pero hicimos más de 100 del recinto, alguna de ellas les enviaré. Nada más que exponer sobre este asunto, espero seguir comentando más sobre mi estancia y la de mis hermanos. Sin otro particular se despide de todos vosotros otro niño que ha padecido lo que muchísimos otros niños.


Ricardo/

17/11/07

Hacia la Sabinosa IV

...cuando me tocó entrar en el escusado, estuve a punto de volver a salir sin utilizarlo. El olor era insoportable, había trozos de papel pegados en el suelo. Me hice el ánimo, temiendo que hasta la mañana del día siguiente no nos autorizaran a volver y oriné durante un largo minuto, vaciando una vejiga llena a reventar. 

...la falta más leve era castigada de inmediato, el desgraciado que era sorprendido hablando se le obligaba a extender la mano, o poner los dedos juntos con las uñas hacia arriba, la pala golpeaba una y otra vez hasta que el atrevido, humillado y dolorido gritaba a pleno pulmón.

Aprendimos a respetarlas o, por lo menos, a temerlas, a odiarlas. Obedecíamos al toque de silbato con prontitud.
-Son enfermeras- decían algunos listillos mirándolas de reojo al pasar.
-Son monjas americanas- decían otros más enterados y leídos.
-Son alemanas, de las SS- sentenció Emiliano, dejándonos perplejos hasta que nos informó ampliamente de qué significaba aquello de “alemanas de las SS”. Su padre era rojo- también tuvo que explicar el significado, la mayoría lo ignoraba-, fue condenado a muerte e, indultado por Franco, el mismo día que tenía que cumplirse la condena. 

...subimos en dramático silencio a los viejos y ruidosos Barreiros, impresionados por la visión de cientos de chavales caminando alineados en absoluto silencio, sin un murmullo. Como diminutos soldados.

...la pesada puerta de hierro de dos hojas tan altas como el autobús, abiertas de par en par, permitían el acceso. Emiliano el sabio, sentado un par de asientos tras de mí, comentó en voz alta algo que no comprendí en mi ignorancia: "Esto parece la gran muralla china".

Scila/