Recientemente pasé cerca del Preventorio en dirección a Francia. Dado que viajaba con tiempo de sobra no puede resistirme a dejar la autovía y acercarme a las playas. Entré por la Rabassada, cruzando bajo el puente del tren, pero me encontré con la prohibición de acceso con vehículos. De modo que retrocedí y seguí hasta la siguiente salida: la playa de La Sabinosa que, como casi siempre, estaba desierta. Tan sólo una pareja correteaba con su perro jugetón en el borde de las olas que apenas mojaban sus pies.
La playa estaba espléndida, con una ligera brisa y un sol cálido e inesperado, la previsión anunciaba lluvia. Me acerqué al quiosko pensando que estaría cerrado pero no, en su interior preparaban las terrazas con mesas mirando a la playa, a la espera de comensales que llegarían poco a poco hasta ocuparlas.
Es un lugar paradisiáco, siempre me lo parecre, una zona recoleta, limpia, con arenas doradas y un mar en continuo movimiento, con olas rizadas y bordes de espuma blanca y, salvo en verano, siempre como desierta. Y al fondo a la derecha, la valla centenaria con la estrecha puerta metálica por la que nos sacaban a los internos- en fila de a dos- de paseo.
Un abrazo sabinosos/Scila
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