En primer lugar, quiero mandar un afectuoso saludo a
nuestra “seño L”. No ha sido por descortesía el no haber contestado a su
escrito, lo he leído hace unos cuantos días y me ha parecido que aunque
sea desde otro punto de vista, ha entendido lo que algunos de nosotros
pasó en aquel lugar, que debería de haber sido de recreo y, en algunos
casos, fue de angustia y sufrimiento. Yo particularmente no me puedo
quejar, pues aunque también se me humilló en muchos aspectos, no llegué a
sufrir maltrato físico, siempre tuve problemas con algunas comidas e
hice de tripas corazón para no tener que pasar por el mal trago de
volver a comer lo expulsado, que si vi como se lo hicieron a otros.
Ya
comenté en su día (adjunté foto del evento) como por la festividad de
los reyes, me regalaron un ajedrez, a otros juegos parecidos y como el
día siguiente nos los requisaron aduciendo que nos los podían quitar de
las taquillas, nunca más volvimos a verlos:
-“Seño L”, ¿estuviste en
fechas de navidades y puedes decirme si era así también en tu etapa de
cuidadora?
Como ya dije en otra
ocasión yo estuve a finales del año 1955, es decir cinco años antes de
la etapa de “seño L”, cuando he leído los relatos de otros compañeros de
distintas expediciones y años, me he dado cuenta que los más antiguos
no parecieron pasarlo tan mal. Un primo hermano mío, que estuvo en el
año 47, incluso dice que lo pasó bien y repitió, pero para mí que no
debe recordarlo del todo bien, pues al parecer se escapó y lo devolvió
al Preventorio la guardia civil. Sí me ha parecido que según he ido
leyendo los que han ido después de mi estancia allí, lo han ido pasando
peor de lo que vi y soporté, aunque repito que tras haber leído
comentarios posteriores, casi fui un privilegiado.
Seño L, muchas gracias por tu contestación y espero impaciente una segunda remesa donde nos cuentes más detalles de tu paso por aquel lugar.
Recibe desde Madrid un cariñoso saludo.
C. de L.