Una vez en el Preventorio fuimos asignado en grupos de treinta, más o menos, a las distintas cuidadoras (malvadas solteronas, crueles y maltratadoras), a la mayoría ya las conocíamos del viaje desde Madrid.
Pasamos por el almacén donde nos entregaron el uniforme consistente en un pantalón gris con peto, camisa caquí de verano, jersey gris y la capa para días lluviosos o invernales.
El uniforme era algo distinto según fuese invierno o verano. Una vez disfrazados parecíamos todos soldados en miniatura. Previamente pasamos por las asquerosas manos del “Cicuta”, un vejete famélico, sucio y maloliente que nos colocaba formando cola bajo la escalera pegados a la pared y, mientras nos rapaba la cabeza al cero- excepto el ridículo penacho sobre la frente- nos sobaba de forma más o menos evidente, arriesgándose a una denuncia de los chavales que, por ignorancia o e temor a no ser creídos, callábamos.
Otro paso obligado era la enfermería, la señorita enfermera (creo que se llamaba Toñi) nos aplicaba todas las vacunas habidas y por haber. De una de ellas, la que hacían con una plumilla tengo, como todos los demás, un par de cicatrices imborrables en el brazo.
Pasamos por el almacén donde nos entregaron el uniforme consistente en un pantalón gris con peto, camisa caquí de verano, jersey gris y la capa para días lluviosos o invernales.
El uniforme era algo distinto según fuese invierno o verano. Una vez disfrazados parecíamos todos soldados en miniatura. Previamente pasamos por las asquerosas manos del “Cicuta”, un vejete famélico, sucio y maloliente que nos colocaba formando cola bajo la escalera pegados a la pared y, mientras nos rapaba la cabeza al cero- excepto el ridículo penacho sobre la frente- nos sobaba de forma más o menos evidente, arriesgándose a una denuncia de los chavales que, por ignorancia o e temor a no ser creídos, callábamos.
Otro paso obligado era la enfermería, la señorita enfermera (creo que se llamaba Toñi) nos aplicaba todas las vacunas habidas y por haber. De una de ellas, la que hacían con una plumilla tengo, como todos los demás, un par de cicatrices imborrables en el brazo.