Redes del Misterio ha dedicado un tiempo a conocer e investigar el Preventorio de La Sabinosa. Han elaborado un magnífico album fotográfico con imágenes del Centro y recogido testimonios de personas que directa o indirectamente tuvieron relación con el Preve. Uno de los testimonios recabados es el de Scila, autor de este Blog y ex sabinoso. A continuación se incluye dicho testimonio.
TESTIMONIO DE UN SABINOSO.
La red de Preventorios tengo entendido que surge en
plena postguerra, utilizando en ocasiones instalaciones previamente
dedicadas a uso hospitalario, o lazaretos y prisiones provisionales que
duraron años, o actividades similares. Y surge como solución urgente y
barata para atajar posibles pandemias de enfermedades altamente
contagiosas. Acogieron a miles de críos que deambulaban por los barrios
marginales de las grandes ciudades, en muchos casos sin escolarizar, al
borde de la delincuencia, mal alimentados y víctimas propicias de todo
tipo de enfermedades que, ante la falta de higiene prevención sanitaria,
y medicinas, podían terminar por convertirse en plagas endémicas, como
fue el caso de la tuberculosis en la década de los años cincuenta.
A la pérdida de cientos de miles de hombres en la
guerra y durante la interminable posguerra, no podían permitir sumar la
de la juventud, la infancia, que corría el riesgo de contagiarse de
forma exponencial y cuyo tratamiento médico sí era caro, largo y
costoso. De ahí la aparición de una red de sanatorios antituberculosos,
la constitución de un Patronato bajo el lema de la cruz de Lorena, esa
cruz roja de dos brazos de distinta longitud.
Pero hay que distinguir los Sanatorios
antituberculosos, como era el de Guadarrama en Madrid, de los
Preventorios, estos últimos eran lugares a los que se enviaba a niños
sanos- no enfermos- en sucesivas expediciones para mantenerles durante
unos meses- no hay acuerdo en la duración de la estancia, se habla de
tres meses, de un año, incluso más- con el sólo propósito de tenerles
bien alimentados, al aire libre y alejados de los focos de infección
potencial de sus barrios y de las propias escuelas, donde se contagiaban
unos a otros con suma facilidad.
Sólo conozco La Sabinosa y sólo de lo que conozco
puedo hablar. Allí hubo malos tratos físicos y psíquicos a niños muy
pequeños, hubo una alimentación seguramente abundante pero mal preparada
y posiblemente de muy mala calidad. Es muy difícil de entender que
niños que venían, en general, mal alimentados e incluso algunos pasando
auténtica hambre en sus casas prefiriesen no comer cuando les ponían
delante el plato arriesgándose a recibir un fuerte castigo físico.
Algunos vomitaban la comida que ingerían atemorizados por el castigo, si
no lo hacían, y alguno tuvo que comerse los vómitos, a guantazo limpio.
Eso era así.
Se les abría el correo que recibían, y los paquetes
(que guardaban las cuidadoras en sus habitaciones), se les censuraban
las cartas que escribían a la familia, y se les mantenía durante horas
sentados en la arena de la playa, o en el cercano monte con las rodillas
levantadas y la cabeza entre ellas. Aunque la tal señora maestra que
telefoneó al programa de Tv diga lo contrario. Jamás en el grupo que me
tocó estar dieron un día de clase, jamás vi el aula de la maestra
ocupada por niños, además resulta llamativo que, para seiscientos niños,
hubiese una sola maestra, está claro que no podía hacer otra cosa que
lo que hacía: leer libros o hacer manualidades y cuidar de sus uñas, muy
rojas y bellísimas, según recuerdo.
Las cuidadoras eran personas seguramente sin la
necesaria formación que hoy en día se exige para tratar con niños, no es
de extrañar que, para controlar cada una a sus 20/30 «golfos», como nos
llamaban, recurriesen a las palas de madera y a los silbatos metálicos
para mantener la disciplina a golpes, y si lograban meter un poco de
miedo en el cuerpo mejor, más dóciles se volvían las criaturas.
Las duchas colectivas con agua helada, la presencia
de las cuidadoras en los wáteres y en las duchas hoy no se tolerarían.
El trato a los “meones” sería intolerable, de juzgado de guardia. Así
que las famosas colonias eran un lugar idílico, en cuanto a su
emplazamiento, las familias incluso buscaban recomendaciones para que
admitiesen a sus hijos por lo que era frecuente la convivencia de
chavales del lumpen madrileño con casi señoritos del Madrid de los
Austria. Los padres desconocían las condiciones reales en las que
transcurrían las “vacaciones”, y el que los hijos se lo contasen a su
regreso no servía de nada, no se les creía. Era otra época, qué duda
cabe.
Por lo demás no había niños enfermos, no había
desapariciones, torturas, misterios… nada que ver con la parapsicología,
creo. Esta es mi versión, la versión de mis recuerdos dulcificados por
la experiencia y el tiempo, eso sí.
Scila Klostenos/ 04/10/2012